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Concejo de Dulzaineros del Toro de la Vega 1988-2000 - Más Obras
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La Virgen de la Vega

Jorge Bayón Muñoz

Aquel año se celebraba el 28 de Agosto el Concurso de Pintura Rápida de Tordesillas. Como hacía tiempo que yo no cogía los pinceles y solo quedaba una semana para el 28, decidí ir un día por Tordesillas para entrenarme un poco.

Salí de Valladolid a las ocho de la mañana y a las ocho y media ya estaba desayunando un café con leche y magdalenas en un bar que hay en la Plaza Mayor al lado del Ayuntamiento.

Después de andar un rato por las calles no encontré ningún rincón típico que no apareciera pintado ya en los cuadros que adornaban el salón de los "Amigos de Tordesillas", así que decidí marchar al otro la lado del río y buscar un lugar desde el que se viera el pueblo en su conjunto.

Pasado el puente , a la izquierda, tomé la carretera que va a Serrada y antes de llegar a la ermita que llaman de la Peña aparqué el coche y con la caja de pinturas acrílicas en una mano y el caballete y lienzo en la otra me fui andando hacia el río.

Llegué a un pequeño claro cubierto de césped, desde donde se veía alzarse el pueblo sobre el puente y más abajo el río. Todo esto ofrecía un tema inmejorable para ser pintado. Fui al coche para coger una silla y un sombrero de paja. Se tardaban unos siete minutos en llegar al coche.

De vuelta y llegando al lugar donde había dejado el caballete me sobresalté al ver que allí había otra persona; había dejado la caja de pinturas abierta y seguramente se la quería llevar con los pinceles y todo.

Aligeré el paso mientras palpaba la navaja toledana que llevaba en el bolsillo trasero derecho del pantalón.

Cuando me acerqué algo más respiré aliviado al ver que era una muchacha, al parecer sin más intenciones que la de curiosear. Era una niña de unos 16 o 17 años, cubría su cuerpo desnudo una tela de lino, muy fina, transparente, a través de la cual se adivinaban unos senos redondos, proporcionados y firmes. Su cintura, pequeña , se unía en las curvas suaves de la cadera y un pequeño triángulo oscuro iniciaba la línea interior de las piernas.

— Buenos días — saludé.

No me respondió. Había inspeccionado el lienzo y ahora estaba agachada, revolviéndome los tubos de pintura.

— ¡ Oye!, ¿qué haces?— le dije enfadado.

Ella giró suavemente la cabeza, había una sonrisa amable en su rostro. Sentada en el suelo me miraba fijamente, sonriendo, como si se acabara de fumar un porro de marihuana.

Era bonita de cara, sus ojos azul turquesa, su pelo moreno con algunos brillos dorados le caía algo desordenado sobre los hombros. Sus labios rosa, apetecibles. Tenía aquella muchacha un encanto especial.

— Hola — me dijo sonriendo.

— ¿Estáis acampados cerca de aquí?— le pregunté.

— Estoy sola, vivo aquí— me respondió.

—¿Eres del pueblo?.

— Soy del río y de la Vega, de donde he sido y seré siempre.

Al decir estas palabras se oscureció la expresión de su rostro y comenzó a llorar en silencio.

Me arrodillé a su lado. Como no tenía pañuelo le ofrecí para que secase sus lágrimas el trapo que llevaba para limpiar los pinceles, que estaba limpio.

— ¿Por qué lloras?, ¿qué te pasa?.

— Volvió la cara para mirarme y me contó su historia:

— "Hace muchos, muchos años, cuando aún no había puente ni pueblo, cuando todavía reinaban las tinieblas en algunos lugares de la Tierra, bajaron del Norte unos hombres y mujeres. Buscaban refugio al lado del río, la Vega les ofrecía caza y frutos, el río agua y peces.

" Con el paso de los años se fueron sucediendo las generaciones multiplicándose en la prosperidad.

" Pero un día la tierra dejó de ofrecer sus frutos, el dios Sol calentaba demasiado, el dios Río llevaba sus aguas turbias, corrompidas. Los animales empezaron a morir, luego los hombres. Había miedo, los dioses estaban enfadados y había que contentarlos.

" En un gran altar se quemaron los mejores frutos. Los dioses seguían enfadados. Se ofrecieron las mejores reses, pero los dioses no hacían caso.

" Arreció el calor, el río cada vez estaba más turbio y el cieno que arrastraba más espeso. Los ancianos, reunidos, decidieron: Hay que ofrecer a los dioses a uno de los nuestros, que sea una virgen, la más hermosa.

" Y me escogieron a mí entre todas. Me vistieron con el lino más fino. Ataron mis manos y mis pies y colocaron a mi alrededor haces de sarmientos secos.

" Cuando los gritos pasaron de lamento a confusión la hoja de una lanza me traspasó el pecho. El dolor acabó en ahogo y no sentí las demás lanzadas que me atravesaban. Mi cuerpo se fundía con la tierra y el aire mientras ardía la pira. Mi espíritu era reclamado por el dios Río que lo acogía en sus aguas con un abrazo uterino.

" En aquellos días se oscurecieron los campos, se reunieron las nubes y llovió, llovió hasta cubrirse la tierra.

" Pasó el tiempo, se retiraron las aguas y apareció la Vega. Otros hombres vinieron, han pasado generaciones por aquí. Pero yo estoy siempre, soy parte del río y la Vega. A veces mi padre, el Río, me deja pasear por aquí".

Se puso la muchacha de pie, estaba descalza.

— Es tarde, — me dijo— tengo que prepararme para la fiesta que va a empezar. Me han vestido con el lino más fino. Las otras muchachas me mirarán con envidia porque yo he sido la elegida entre todas.

Y dicho esto se encaminó hacia el río. Había mucha corriente y al momento se sumergió en un gran remolino.

Estuve un rato sentado a la orilla mirando el lugar y pensando en la historia que me había contado. Decidí no creer nada: Las ninfas del Duero son muy mentirosas.