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Concejo de Dulzaineros del Toro de la Vega 1988-2000 - Más Obras
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Enamorarse en Tordesillas

Jorge Bayón Muñoz

Había una vez dos amigos solteros, a pocos años de la edad madura, que vivían en Valladolid. Les gustaba el buen comer y el buen vivir, por lo que muchos fines de semana los pasaban en Tordesillas. Tenían en el pueblo una amiga común, que habían conocido hacía mucho tiempo en una discoteca de la capital; su edad pasaba de los treinta y aunque aún conservaba algo del atractivo de los dieciocho lamentaba el haber despreciado un sinnúmero de pretendientes y estaba a punto de hacer votos forzosos de soltería.

Ignacio y Félix, que así se llamaban los dos amigos, habían idealizado de tal forma el pueblo de Tordesillas y por extensión a su amiga que acabaron por enamorarse locamente de ella. Se lo habían manifestado repetidas veces, dándole a entender que escogiera cuanto antes a uno de ellos, pues el otro asumiría caballerosamente la elección. Pero ella dudaba porque, aunque le gustaba físicamente Ignacio, le atraía la situación de Félix, que era director de una Caja de Ahorros.

Pasaba el tiempo y aún no había hecho la elección, parecía como si quisiera que los dos amigos pugnaran y se peleasen por ella. Como la amistad entre los dos era grande y no quería romperla decidieron lo siguiente: participarían en el Torneo del Toro de la Vega de ese año y aquel que lograse matar o herir más gravemente al toro se casaría con la muchacha. Así se lo dijeron a ella, que aunque se mostró contraria a ello, muy compungida y dando muestras de grave preocupación, interiormente rebosaba de gozo y sentía saciada su vanidad femenina.

Comenzó el torneo. El toro de ese año era grandísimo y tenía por astas finas navajas.

Mucho corría el toro por la vega esquivando tanto a los lanceros de a pie como a los de a caballo. Los dos amigos iban a pie, armados con las lanzas que el herrero del pueblo les había fabricado hacía pocos días. Conocían el Torneo a través de los pregones que se daban en los "Amigos de Tordesillas" cada año, pero era la primera vez que veían tan de cerca un toro bravo.

El valor que les daba su virginal ignorancia unido a la ceguera mental provocada por el amor hicieron que, para sorpresa de los presentes, se acercaran peligrosamente a la bestia. Fue Ignacio el que arremetió, con su lanza alzada y a la carrera, contra el costado derecho del animal. Apenas había rozado la hoja de su lanza la piel del costado cuando el toro hizo un potente giro asestándole un golpetazo con el borde del cuerno en las costillas, después le cogió por la entrepierna y levantándole por los aires le arrojó a unos tres metros.

Félix, al ver a su amigo caído y antes de que aquella bestia terrible se ensañara con aquel cuerpo inconsciente llamó al toro, hincó la lanza en tierra y sujetándola con todas sus fuerzas esperó (como había oído decir que hacían a veces los de Tordesillas) con la suerte de que al arremeter el toro con tanta fuerza como lo hizo se clavó él mismo la lanza, que le entró por el pecho y casi le sale por las costillas. Gracias a que llegaron los de a caballo en ese momento a auxiliar al torneante porque aún le quedaban fuerzas al animal para destrozarle.

Herido de muerte el toro pronto fue rodeado por los lanceros, que no tardaron en aliviar sus últimos sufrimientos. Félix había ganado el Torneo de ese año. Ignacio, malherido, fue trasladado en una ambulancia de la cruz roja a la capital; estaba inconsciente, con varias costillas rotas y una herida de cornada en la entrepierna que llegaba a desgarrarle un poquito el escroto.

Estuvo dos días en la UVI.

Sucedió que una de las enfermeras que le asistían, al enterarse de la hazaña realizada por su paciente, se enamoró locamente de él. Ignacio, al despertar de su letargo y verse tan bien atendido, y como la moza era guapa, joven, bien formada y pícaramente amable, se enamoró de ella también.

Y el primer domingo de Mayo del año siguiente hicieron sus bodas los dos amigos en Tordesillas, en la iglesia de San Pedro, y como no había perdices, porque era tiempo de veda, comieron buen lechazo asado en el Hostal Juana I de Castilla.