Bailables

Las piezas denominadas bailables han supuesto un factor importantísimo para la supervivencia de la Dulzaina en los salones de baile rurales y capitalinos.

La dulzaina, desde principios del siglo XX, momento en el que empezó su declive, tuvo que ampliar el repertorio musical a otros ritmos más actuales que los que venía interpretando. Tuvo que, sin dejar de lado la música tradicional, abrirse a la música que en esos momentos se adaptaba mejor a este instrumento.

No fue una necesidad impuesta por los músicos de dulzaina, como cambio a la música folclórica que se interpretaba desde siempre. Fue una necesidad de cambio impuesta por el pueblo, o sea por la gente que bailaba al son de estos instrumentos, quien eligió divertirse con otros ritmos más actuales y de la forma en que lo hacían en los locales para baile de las capitales. Así, a los dulzaineros no les quedó otro remedio que ampliar su repertorio a los gustos de la gente e incluir en sus actuaciones ritmos como: chotis, valses, tangos, mazurcas, boleros, pericones, pasodobles y un largo etcétera de canciones que denominara Agapito Marazuela música frívola y exótica, pero que sin embargo han enriquecido de una manera importantísima el amplio abanico de ritmos que pueden interpretarse con estos instrumentos, demostrando al mismo tiempo su capacidad de adaptación a ritmos y músicas diferentes y que, de no haberlo hecho así, hoy en día estaríamos perdiéndonos el riquísimo repertorio que tiene la dulzaina en el ámbito de los bailables.
Los músicos que intervenían en los actos de baile eran: un dulzainero, algunas veces dos, interpretando, uno la voz alta, y el otro la baja, y un tamborilero que, sentado en una silla, acompañaba a estos además de con el tamboril, con un bombo de grandes dimensiones y un platillo.

Bailables

Algunos tamborileros, en su afán de remedar a las orquestinas que existían entonces, añadían a su equipo otros instrumentos utilizados por aquellas como timbales, cencerro, charles, etc. que sobrecargaban en gran medida la misión del tamborilero. Estas orquestinas, si bien sirvieron de inspiración en algunas ocasiones a los dulzaineros, por otro lado, lucharon mucho por desplazar a la dulzaina y el tamboril del ámbito en el que ellas se desenvolvían, las capitales de provincia, y consiguieron relegar a esta música no profesional al resto de las poblaciones de provincia, alegando la no cumplimentación de la Reglamentación de Música por parte de dulzaineros y tamborileros. Por ello algunos dulzaineros, por los años 60, para equipararse a los músicos profesionales tuvieron que acudir al Sindicato del Espectáculo y, tras pasar el correspondiente examen, obtener la Autorización Comarcal o Carnet de músico que les facultaba para ejercer como profesionales de la dulzaina.

Bailables

Como pieza final de la actuación siempre se interpretaba La Marcha y una vez iniciada por los músicos ya no se tocaba más. Así que si los mozos querían que se prolongara el tiempo de baile tenían que acordarlo antes de tocar esta pieza, pues de no hacerlo el baile terminaba al finalizar su interpretación.